Estoy destrozado y me siento profundamente traicionado por Club Atlético Tucumán. Después de todo lo que le di a este club, así es como termina. Es un sentimiento que no logro poner en palabras, pero es una mezcla de incredulidad, dolor y traición. Desde el primer momento en que llegué, di todo: sudor, dedicación y pasión, por el escudo. Creí en el proyecto, en el equipo y en la gente. Sacrifiqué tanto, pero ahora siento que todo ese compromiso ha quedado en el olvido.
La decisión de dejarme ir, sin un reconocimiento o explicación adecuada, es devastadora. Es como si todos esos años de esfuerzo y amor por el juego no significaran nada ahora. Siempre di lo mejor de mí por este club, y aún así, así es como me muestran la puerta. Es difícil entender cómo un club, al que consideraba como una familia, puede tratarme de esta manera.
He vivido momentos inolvidables con Atlético Tucumán, y siempre los voy a atesorar. Pero esta decisión tan repentina y sin sentimiento deja un sabor amargo. Lo mínimo que esperaba era respeto, por todo lo que hice por el equipo, por los hinchas y por el fútbol. Pero en su lugar, me siento decepcionado y traicionado.
